Con este poemario Stefano Carbone intenta compartir con el lector la experiencia más autentica del amor, da igual que dure una noche o toda la vida. El cuerpo es un vehículo para la pasión contenida en estos versos y se vuelve un medio para alcanzar el éxtasis en sus formas más extremas: tanto la física como la espiritual.
El autor mezcla lo sagrado con lo profano, lo terrenal con lo divino, hasta hacerlos inextricables. Eleva el amor apasionado como se eleva el cáliz durante la celebración eucarística. Es un sacrificio, un ritual nocturno que acerca al ser humano al infinito. La carne y el espíritu se funden entre sí, entregándose sin pretensiones, en el intento consciente de unir dos soledades, por lo menos hasta que llegue el próximo amanecer. Es común a todos los amantes y no atiende a preferencias sexuales; lo que se intentó tachar de pecaminoso roza constantemente lo sagrado.
El epílogo es siempre la comprensión de la soledad, el amor se cierra como el telón de un teatro después de una comedia (o una tragedia), pero el final no pierde su sentido, esa teatralidad q