La historia de la educación en España, tan abundosa ?abusiva podemos decir? en disposiciones oficiales como escasa en satisfacciones públicas, es en cambio rica en acciones puntuales de las que se beneficiaron quienes las tuvieron a su alcance. Puede explicarse este aluvión legislativo teniendo en cuenta que, desde 1900 que se crea el Ministerio de Instrucción Pública ?previamente la educación era regulada desde organismos dependientes de ministerios diversos? hasta la actualidad, han superado el centenar los ministros del ramo ?repetidores algunos; otros, efímeros?. Incluso el nombre del departamento ha pasado por una docena de denominaciones. Y quizá sea así porque la cartera de Educación nunca ha sido considerada una de las que vulgarmente podemos calificar ?pata negra?, como Fomento, Hacienda, Obras Públicas, Defensa, Gobernación (Interior) o Sanidad. Y si ocasionales y arbitrarias han venido siendo las disposiciones curriculares para escuelas e institutos, casi inexistentes fueron ?aún resuenan las deficiencias? las relativas a la formación de maestros y profesores. Otro tanto podríamos decir de la in