Teodora tiene el trabajo de sus sueños. En realidad, eso es lo único que tiene. El miedo a ser juzgada y a sentirse una carga a causa de sus trastornos intestinales la ha alejado de todos sus seres queridos, y ha construido un muro tras el que se encierra a hacer lo único para lo que se ha convencido de que sirve: trabajar.
La hiperproductividad la ayuda a no pensar demasiado, pero también a no cuidarse a sí misma ni a sus relaciones. Cegada por el reciente éxito de su trabajo, vive en su habitación entre retortijones y apuradas entregas con la sola compañía de su gata Daisy y la Rana Samba, el personaje que ha creado y que la alimenta con frases de positivismo tóxico.
Hasta que aparece un zumito que puede poner fin a todos sus problemas. O aumentarlos.